Outsiders

La palabra inglesa outsiders designa aquellos que por su estilo de vida o sus ideas, no hacen lo que la mayoría de la gente hace, es decir, no siguen la corriente. Es una palabra que se usa a menudo en los medios de comunicación y que podríamos aplicar perfectamente a la hora de calificar a los cristianos. Y más después de leer los textos evangélicos de la semana. Jesús dice repetidas veces respecto a sus discípulos, de los que se está despidiendo, que están en el mundo pero no son del mundo. Como él. Y pide a Dios que los guarde del mal, aunque sin sacarlos del mundo, porque, evidentemente, los cristianos, como cualquier otra persona o grupo, pertenecen al mundo, a la sociedad, a la cultura, al país que los ha visto nacer. Y es bueno que así sea. Pero esta realidad también pone a los seguidores de Jesús en numerosas y tensas situaciones, porque es difícil abstraerse de lo que nos rodea para intentar saber qué debemos hacer para ser fieles a las enseñanzas del Señor y, en definitiva, a la voluntad de Dios. No debemos pensar que todo en este mundo es malo, ni mucho menos, sino que debemos ser conscientes de que en él existe el mal, y existen influencias y corrientes que pueden arrastrarnos y empujarnos a hacer cosas incorrectas. La Iglesia siempre ha intentado huir del maniqueismo, es decir, de presentar todo lo material como malo, aunque es verdad que en algunas épocas pareció que lo hacía. La vida, la naturaleza, la civilización y todo aquello que concierne a la raza humana es, en esencia, una cosa muy buena y querida por Dios. Prueba de ello es su deseo de estar presente en la historia, de injertarse en el devenir de la Humanidad de una manera clara y rotunda enviando a Jesús. Pero, volviendo al principio, seguir sus enseñanzas implicará muchas veces ser un outsider: ¿que es sino es ser un outsider poner la otra mejilla cuando nos acaban de agreder? ¿o perdonar y amar a nuestros enemigos? ¿o dar la capa entera a quien nos pida una mitad? ¿o comer junto a marginados sin observar las convenciones de urbanidad? ¿o atender a un militar de un ejército invasor? ¿o tener tratos con un recaudador de impuestos tramposo? La vida de Jesús está llena de actos contracorriente que nos tienen que servir de modelo para nuestro comportamiento. Estos ejemplos y una buena predisposición del corazón, libre de prejuicios, nos ayudarán a saber dónde y cómo actuar para ser unos buenos discípulos del Señor.
Comentario a Juan 17, 11b-19

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