La clave es nacer de nuevo


Nicodemo, el fariseo "bueno", se acerca una noche a Jesús y le confiesa su fe en él. Ha comprendido que solo alguien que viene de Dios es capaz de hacer esas cosas. Este jefe judío es otro de los personajes que, a pesar de los fuertes condicionantes sociales e históricos, es capaz de ver más allá de sus narices. En esta lista están también el recaudador de impuestos Mateo, el centurión romano, la samaritana del pozo... Y Jesús, sabiendo bien quién es Nicodemo y cuál es su currículum, le muestra la clave para conseguir la felicidad plena, eso es, para llegar al reino de Dios: hay que nacer de nuevo o lo que es lo mismo, hay que cambiar de arriba abajo, hay que ver las cosas de una manera totalmente diferente. ¿Esto es posible? Lo es. Prueba de ello es que alguna vez hemos pegado un cambio radical en nuestras vidas; por ejemplo, siendo quinceañeros, algunos invertimos nuestras prioridades: dejamos de temer las notas y los exámenes de manera enfermiza; o vimos también que algunos comportamientos de nuestro reciente pasado eran, lisa y llanamente, inaceptables y absurdos. Y a partir de entonces pasamos a valorar, por ejemplo, el gozo de no ser rencorosos, o a no envidiar al más listo de la clase o a no enfadarse porque un jugador de tu equipo de fútbol falla un gol a bocajarro. En fin, pequeños giros en nuestras vidas que son síntomas de grandes cambios interiores. La enseñanza es que tenemos que aprender a mirar las cosas, y sobre todo a los demás, de forma diferente, con misericordia. Esta misericordia sólo se consigue si uno es suficientemente humilde. Nicodemo lo es, y por eso, de noche, para que no lo vean, ha acudido a Jesús. Este miembro del Sanedrín nos muestra como la humildad es la puerta a la fe, por eso tiene que estar en el ADN de todo cristiano. Gracias al bautismo que recibimos, la mayoría siendo muy niños, todos hemos nacido de nuevo. Solo falta que, haciendo un alto en el camino, recuperemos esa candidez que nos dió el agua bendita y nazcamos de nuevo a cada momento, cada día, con actos gratuitos de bondad y misericordia.

Comentario a Juan 3, 1-8.

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