César o Dios, o Dios y César

Este fragmento del evangelio de Marcos siempre está de actualidad. Y es que para los cristianos no es fácil tener la suficiente claridad de ideas par aplicar con acierto la enseñanza que Jesús extrajo de la situación que unos avispados fariseos le plantearon. Le preguntan si deben pagar impuestos al César, es decir, a los romanos, y Jesús se da cuenta de que le quieren poner en un compromiso. Es entonces que les pide que le enseñen un denario, la moneda romana de uso corriente en el Imperio, incluídos los territorios ocupados. Como en el denario está la cara del César, Jesús concluye que den al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. Por tanto, el Señor insta a separar claramente los asuntos terrenales (políticos, económicos..) de los existenciales o religiosos. Esta respuesta deja fuera de juego a los fariseos, pues en aquel tiempo, la religión, la adoración de un determinado Dios, iba íntimamente ligada a una estructura política; recordemos que, no en vano, los césares de Roma eran considerados divinidades a los cuales también había que rendir culto. Los israelitas no llegaban a tal extremo con sus reyes, pero al igual que los latinos, sus asuntos religiosos y políticos estaban fuertemente entrelazados. Total, que Jesús de esta manera tan gráfica y contundente les deja claro que la esfera de lo divino y la esfera de lo terrenal se pueden y se deben deslindar. Romanos y judíos, por más que los primeros adoren a dioses ridículos y los segundos al Dios verdadero, están inmersos en un enfrentamiento político-territorial que no los diferencia demasiados unos de otros. Para nosotros, occidentales, alumnos aventajados en la separación de lo religioso y lo político, la lección parece estar clara: no mezclemos la Iglesia con la política, con los partidos, con las luchas de poder. De acuerdo. ¿Pero eso significa que la moralidad cristiana debe ser dejada de lado por los políticos creyentes a la hora de legislar? Hay quien opina que, por ejemplo, la Biblia no dice nada del aborto... ¡Pero sí habla del "No matarás"! Efectivamente, las creencias del cristiano no pueden obviarse en ninguna faceta de su vida, y la política es una de ellas. ¿Acaso los mártires de los primeros siglos aceptaron hacer sacrificios a los emperadores? No, y ello les costó la vida. Podrían haber dicho: "Al César lo que es del César...", pero en este caso les obligaban dar al César lo que era de Dios. Está claro que la Iglesia, los obispos, los sacerdotes, no deben erigirse en organizaciones políticas e inmiscuirse en asuntos de esta índole, como sí pasó en la Edad Media, donde los obispos incluso iban a las batallas; pero eso no significa que se deba acallar su voz e impedir que orienten la de los cristianos con responsabilidades "terrenales". Es más, ni sería necesario que dijeran nada, pues los mismos laicos deberían ser capaces de actuar conforme a sus creencias más íntimas. Bonito y difícil reto sin embargo.
Comentario a Marcos 12, 13-17

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