De cómo Antonio María Claret empezó a ser santo de una manera sencilla



San Antonio María Claret es un santo poco conocido fuero del ámbito catalán y español, pero su vida y su obra fueron extraordinariamente fecundas. Su vocación principal fue la de reevangelizar y fortalecer la fe de poblaciones teóricamente cristianas pero alejadas de la práctica religiosa. Dicho carisma se concretó en las Misiones populares que llevó a cabo por todo Cataluña, y en la fundación de la Librería Religiosa y la Congregación de los Misioneros Hijos del Corazón Inmaculadode María (CMF en latín), más conocidos como claretianos. Llegó a ser arzobispo de Santiago de Cuba y confesor de la reina Isabel II de España. Su Autobiografía es muy grata de leer debido a la sencillez y sinceridad con que relata todos los hechos que acaecieron en su vida. En ella vemos como ya desde pequeño, San Antonio María Claret dió muestras de tener un corazón sumamente bondadoso. Es un ejemplo de ello el capítulo III que titula "De las primeras inclinaciones".

De las primeras inclinaciones

18. Para mayor confusión mía diré las palabras del autor de la Sabiduría (8, 19): Ya de niño era yo de buen ingenio y me cupo por suerte una alma buena. Esto es, recibí de Dios un buen natural o índole, por un puro efecto de su bondad.

19. Me acuerdo que en la guerra de la Independencia, que duró desde el año 1808 al 1814, el miedo que los habitantes de Sallent tenían a los franceses, y con razón, pues que habían incendiado la ciudad de Manresa y el pueblo de Calders, cercanos a Sallent; se huía todo el mundo cuando llegaba la noticia de que el ejército francés se acercaba; las primeras veces de huir, me acuerdo, me llevaban en hombros, pero las últimas, que ya tenía cuatro o cinco años, y andaba a pie y daba la mano a mi abuelo Juan Clará, padre de mi madre; y como era de noche y a él ya le escaseaba la vista, le advertía de los tropiezos con tanta paciencia y cariño, que el pobre viejo estaba muy consolado al ver que yo no le dejaba, ni me huía con los demás hermanos y primos, que nos dejaron a los dos solos, y siempre más le profesé mucho amor hasta que murió, y no sólo a él, sino también a todos los viejos y estropeados.

20. No podía sufrir que nadie hiciera burla de alguno de ellos, como tan propensos son a eso los muchachos, no obstante el castigo tan ejemplar que Dios hizo con aquellos chicos que se burlaban de Eliseo. Además me acuerdo que en el templo, siempre que llegaba un viejo, si yo estaba sentado en algún banco, me levantaba y con mucho gusto le cedía el lugar; por la calle los saludaba siempre, y cuando yo podía tener la dicha de conversar con alguno era para mí la mayor satisfacción. Quiera Dios que yo me haya sabido aprovechar de los consejos que los ancianos me daban...

21. ¡Oh Dios mío, qué bueno sois! ¡Qué rico en misericordia habéis sido para conmigo! ¡Oh, si a otro hubierais hecho las gracias que a mí, cómo habría correspondido mejor que yo! Piedad, Señor, que ahora empezaré a ser bueno, ayudado por vuestra divina gracia.


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