Todos nos podemos levantar
El evangelio de hoy nos presenta a Jesús visitando Naín, un pueblo situado a 14 quilómetros de Nazaret. Allí se encuentra con el entierro del hijo único de una viuda, que llora desconsoladamente su pérdida. La tristeza de esta mujer y la soledad a la que estaba condenada conmueven al Señor, que ordena al muchacho muerto que se levante. Por medio de este extraordinario hecho, de este milagro, la fama de Jesús se extiende por Galilea y hasta Judea, y la gente lo empieza a reconocer como profeta. Para comentar este episodio del evangelio de Lucas hemos elegido un texto del sacerdote español Pablo d'Ors, teólogo y escritor que actualmente forma parte del Pontificio Consejo para la Cultura. Su tesis doctoral realizada en Roma versó sobre la teopoética, la teología de la experiencia literaria. Su estilo es realmente original y fresco, cargado de sentido en cada palabra, como comprobaremos a continuación: "Cristo nos dice, de muy diversos modos, "¡levántate!", cada vez que nos ve caídos o apesadumbrados por el embate de la vida. En realidad, el muerto de este evangelio -como todos los cojos, ciegos y leprosos- somos nosotros, pues hay muchas dimensiones de nuestra vida, muchísimas, que apenas viven o tienen una existencia tibia y mortecina. Con frecuencia estamos postrados en el camino de la vida -desanimados, escépticos, llenos de incertidumbres y sospechas que nos envenenan-. La vida, el Dios de la vida, sale entonces al paso si se lo permitimos. Y nos levanta para, como en este texto, devolvernos a la madre, es decir, reintegrarnos a la vida. Todo el que ayuda a vivir a otros, todo el que es una ocasión para que los otros se levanten de su sueño de muerte es de un modo u otro un profeta." (extraído de Palabra y vida. El evangelio de cada día comentado po Pablo d'Ors. Publicaciones claretianas).
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