Esos publicanos de carácter fuerte
Esta semana nos fijamos en la figura de Mateo, el recaudador de impuestos, al que Jesús llamó para que lo siguiera de una manera más directa cuando se lo encontró trabajando en su mesa de cara al público. A diferencia de los otros apóstoles, cuyos oficios no despertaban el recelo de sus compatriotas, el publicano Mateo es un personaje que, por recaudar dinero a cuenta del invasor romano, inspiraba desconfianza y desprecio. Pero Jesús, siguiendo su política habitual, no se arredra ante los prejuicios y las habladurías. Ha visto que Mateo es un buen elemento y decide prestarle especial atención. Entra en su casa y come junto a él. No hay mayor muestra de confianza que ésa y de esta acción, tantas veces repetidas en el Evangelio, Nuestro Señor extrae una enseñanza para todos los que lo escuchan: "No tienen de necesidad de médico los sanos, sino los enfermos". Y también: "Misericordia quiero y no sacrificios", otro torpedo en la linea de flotación de la mentalidad judía de la época. Porque los sacrificios rituales estaban hondamente arraigados en la religiosidad hebrea y, por extensión, en todo el mundo antiguo. De hecho el templo de Jerusalén era todo un complejo erigido en buena parte a ofrecer sacrificios a Dios, tal como ya empezó haciendo Abraham al inicio de su periplo. Pero es hora de enfocar las cosas de otra manera. Jesús, Dios, quiere misericordia, la virtud que, según leemos en el diccionario, inclina el ánimo a compadecerse de las penalidades y miserias ajenas. Mateo, también llamado Leví en los otros evangelios, parecía un hombre sin escrúpulos. Y aún así, sigue conservando en su interior la llama de humanidad que todos los seres humanos llevamos impresa en origen. Y después de comer con el Maestro, Mateo decide dejarlo todo por él. Los publicanos deberían ser sujetos con buenas arredraderas, de carácter fuerte y decidido. La necesidad obliga. Lo vemos también en el otro recaudador de impuestos que aparece en el Nuevo Testamento, Zaqueo. En uno de los episodios más bonitos de la vida de Jesús, este publicano de corta estatura se sube a un árbol para poderlo ver bien, pues el gentío se lo impedía. Y Nuestro Señor se fija en un hombre con tanto arrojo y le pide que lo invite a su casa. La acción de Zaqueo bien merecía dicha recompensa, pues encaramarse a una higuera, como si de un niño se tratase, no era algo habitual ni digno de un adulto. Pero su curiosidad por Jesús fue más fuerte. Como Zaqueo, como Mateo, no dudemos nunca en subir a un árbol las veces que sea necesario, no dudemos en dejar nuestras labores de lado. Todo vale para ver mejor y captar con más claridad el mensaje del que conoce nuestros anhelos y da paz a nuestros corazones. Porque, como bien dijo, no ha venido a llamar a los justos sino a los pecadores.
Comentario a Mateo 9, 9-13.
Comentarios
Publicar un comentario