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Mostrando entradas de noviembre, 2015

Al suelo con los tenderetes

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La escena de Jesús tirando los tenderetes al suelo siempre nos ha impresionado, más que nada por el hecho de verlo enfurecido y, por decirlo de alguna manera, violento, un comportamiento poco habitual en él. Pero su indignación ante tanta sirvengüenzería tenía justificación: en el templo de Dios los asuntos comerciales habían adquirido un peso que desvirtuaba la verdadera finalidad del lugar, la oración. Esta situación parece haberse repetido a lo largo de los siglos de una u otra forma: la tendencia natural del ser humano al comercio, a la búsqueda de beneficios con las transacciones económicas, es tan fuerte que a veces no sabe respetar ningún límite o circunstancia, ya lo dijo el poeta Quevedo con aquello de "Poderoso señor es Don Dinero". Y el trabajo de la Iglesia católica ha sido, no pocas veces, tratar de eliminar estos abusos en su seno. Unas veces porque algunas órdenes religiosas (léase los benedictinos) hacían acopio de riqueza en sus monasterios hasta el pun...

La humildad alegra y acerca a Dios

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Jesús nos expone en esta párabola o cuento breve con moraleja, una enseñanza que no es nueva en su discurso. Ya ha aparecido en otros momentos en los evangelios y ya la hemos comentado en este sitio, pero no está de más insistir en ella pues es de vital importancia: para llegar al Reino de los Cielos, a Dios, hay que ser, en primer lugar, humilde. Humilde es aquel que no se da aires de grandeza, que no se cree importante frente los demás, ni alardea de nada. Eso no significa que tengamos que menospreciarnos a nosotros mismos, infravalorarnos, no. Ser humilde no es sinónimo de humillarse. Se trata de ser conscientes del valor de uno mismo y, como nadie es más que nadie a los ojos del Creador, la humildad es la actitud o virtud que más no acerca a Él. Comprobadlo vosotros mismos. Siendo humildes, la alegría surge con espontaneidad y fuerza de nuestro corazón. Y al contrario, si somos soberbios y orgullosos, la dureza de nuestra corazón impide a la verdadera alegría anidar en él y nos ot...